Saturday, September 8, 2007

Albuquerque



esta madrugada...por que ya esta entrando el cambio de estacion, sin tener que ser 21. eh!!.. tenias que haber visto ese cielo azul!! tan azul!! como en lo mas profundo del oceano, y alli ella la luna, cuarto menguante adornada por un lucero...que a lo lejos la contemplaba....

ay el loco y la luna...la luna y el loco lucero....
poco a poco el cielo se fue tornando mas claro mientras conducia por la autopista vacia, es como sentirse dueÑo del mundo...

Antes tenia mis dudas..Albuquerque...pero cada dia me convenzo...de que tus atardaceres y amaneceres enamoran...apasionan...sera por eso que te llaman tierra del encanto....




Dolor-Como dueles-



Dolor, punzante, hiriente
dolor que mengua hasta al mas fuerte
cicatriz dormida de mil siglos
aguijones de gozo taladrando mis carnes
tortura en la que aveces me sumerjo
mi llanto sin voz, desespero...
ay dolor, desaparece ya no te quiero..
Kathia


El dolor tiene alas negras de tormenta y cuerpo escamosos de serpiente.

Es el peor de los enemigos con los que puede toparse la vida.

¡Y gime sus placeres en mi pecho, como un huracán,

como un torbellino, que se retuerce sobre sí mismo

para convertir cuanto toca en desierto!

Jordi Amenguai

SueÑos...e ilusiones...
carretas repletas
de amargura y felicidad...
mineros de nacimiento
veta de libertad...
no dejes de soÑar...
Kathia

Palabras para mi..para ti


Mensaje en Una Botella:
" A veces las palabras estan de más, a veces las palabras nos faltan, a veces nos pesa la soledad, a veces necesitamos de ella, A veces no me conformo y a veces y muchas veces más pienso en ti, como ahora"...
Kathia

PALABRAS PARA JULIA
Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir con la alegría de los hombres que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada te sentirás perdida o sola tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán que la vida no tiene objeto que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás como a pesar de los pesares tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer así tomados, de uno en uno son como polvo, no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti cuando te escribo estas palabras pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás tu futuro es tu propia vida tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas que les ayude tu alegría tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás como a pesar de los pesares tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección y este mundo tal como es será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte nada más pero tú comprende que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso.

Jose Agustin Gotysolo

Pasiones

Mensaje en Una Botella:
" Apasionate por lo que hagas, por tus objetivos, siempre y cuando sean realistas, pero no te olvides de sonar, tantos que se hacen realidad.."
" definiciones de amor, son tan diferentes, puede que estes amando y no te des cuenta, o pretendas no darte cuenta, es el miedo a sufrir, es el miedo a ser herido, es el miedo a repetir experiencias dolorosas antes vividas"..
" hay cosas que la vida no son competencia, se da lo mejor que se tiene, no te olvides"...no me olvido...

Kathia

Familia Unida- Instantes


Aprovecho un momento pa escribir...
mis dos hermanas aqui, sus esposos, la suegra de Cielo y su cuÑada ( son buenas tias), Sophie, mi gigante y yo, hemos tenido un excelente fin de semana!!
he prendido el carbon en un santiamen!! he cocinado tantaa carne pollo, pavo, cerdo..que ahora veo comida y solo se me ocurre regurgitar. maÑana asi no sufra de gota, me dara un ataque!!...
he tomado media cerveza estoy piripi...piripiri... estoy feliz y no me deja de dar nostalgia...
cocinaba frente a la barbacoa pense en mis viejos, que estan hoy en la finca..lo que les gustaria vernos asi de unidos, pense en vos..te imagine dandole vueltas a la parilla..y diciendo que el carbon aun esta muy rojo o que no se ha encendio....
me encontre unas maderitas que se queman y le dan sabor a las comidas, mezquite.....
es un buen dia..muchas asperezas se han ido limando....hasta desayuno prepare...burritos de huevo...
Mi hijo se ha asustado...tia Maye!!! toma tu control de la cocina que mi madre nos intoxica..joer...despues se lamia los dedos....
he hecho un arroz de costra..... ensalada rusa y primaveral con fresas.....
estoy inspira....anda que si se hiciera realidad como aquella pelicula de ..como agua pa el chocolate....muy buena pelicula...
me despido, me voy a por la torta... y a cantar el Happy Birthday a Lee...

Mensaje en Una Botella
" Instante que quisiera detener, transladar a Colombia, o transladarlos aqui a ellos .....Instantes que ojala se repitan mas a menudo.."...
" dos frases que uso muy a menudo...agua que no has de beber..dejala correr, pero si quieres seguir tomando, un zahori podra encontrar un manantial de agua verdadera, agua fresca"..
" No prometas lo que no podras cumplir, es mas facil decir intentare hacer lo mejor posible... por que aquel que promete, solo hasta que mete y luego de metido..nada de lo prometido..o algo asi"...
jajaa estoy piripiri!!!! vivaaa la cerveza que se sube a la cabeza con dos sorbosss

!!OLEEEEEEEEE!!! CARACHAS!!! CARACHASSSS!!!
FELIZ SEMANA PARA TODOS!!!

'La vida se vive mejor cantando, no te olvides de vivir...de sonreir, de seguir, aunque se vea pesado, aunque equivoques el camino, sigue sigue!!

Sentimientos

la pequeÑa en casa, llena con sus gritos, su risa todo el lugar, el silencio se vuelve melodia, su sonrisa encantadora y sus rizos de oro.. se mete las manos en los bolsillos como yo, se apoya en la pared..como lo hago yo, me mira y pregunta....nos vamos? me tiene en su bolsillo....
Una historia que escribir, el formato esta, se inicia el bosquejo...pinceladas aqui y alli...pronto nacera....

Mensaje en Una Botella:
Se me antoja en esta noche...un poema para dos, un poema de amor, un poema y una cancion, a esta noche fria, a esta noche que no parece dominguera...pero lo es...
Ojos que callan, sentimiento que vence,
ojos que al desnudo al amor florecen....
Navegas en mi mar, en mi poesia
naufrago en tu dolor, carne consumida
mueves los hilos con maestria
torpes mis pasos entre cadenas y heridas
Renueva la esperanza,
doce campanadas, sopor de mediodia...
tu barca anclada junto a la mia..
Kathia

" Amar, Amarte es facil, es amar como me haces sentir, cuando estamos juntos, es amar como me haces sentir cuando lejos estas, cuando callas, cuando ries"...

Te doy mi alma desnuda, como estatua a la cual ningún cendal escuda.
Desnuda con el puro impudor de un fruto, de una estrella o una flor; de todas esas cosas que tienen la infinita serenidad de Eva antes de ser maldita.
De todas esas cosas, frutos, astros y rosas, que no sienten vergüenza del sexo sin celajes y a quienes nadie osara fabricarles ropajes.
Sin velos, como el cuerpo de una diosa serena ¡que tuviera una intensa blancura de azucena!
Desnuda, y toda abierta de par en par ¡por el ansia del amar! Juana de Ibarbourou

Llueve, tempestad, termina el verano.....
no alcance a comprar las cortinas, hay que tener los pies arriba...
escucho una cancion...me preparo para otra jornada de noche...
Mensaje en Una Botella:

"trabaja para vivir, no vivas para trabajar"
" El mundo gira, gira, gira culmina tus proyectos, no pienses, sigue!! continua!!...
Kathia


"La lluvia nunca Vuelve hacia Arriba"
Pedro Guerra
aunque el mar vuelve nunca es el mismo marla tierra nos devuelve otro sol cuando giray todo tiende a huir y vuelve a empezary cambia de impresión cada vez que respiray nadie sabe si esta vez es la vezy todo lo que un día ocurrió se terminay casi siempre todos quieren correrpero hay que estar atento porque el mar se vacíala lluvia nunca vuelve hacia arribay si estuviste ahora luego no estásy nunca más té vi y no fui nada en tu viday si no dudas todo puede pasary si no pasa siempre sana la heridala lluvia nunca vuelve hacia arribala lluvia nunca vuelve hacia arribano lo pienses mucho másno pienses mucho mássaltarno pienses tanto lo que debes hacerel tiempo corre y luego es ave perdidala lluvia nunca vuelve hacia arribala lluvia nunca vuelve hacia arribahay una luz tras los que vienen y vany hay una sombra en los que buscan guaridala lluvia nunca vuelve hacia arribala lluvia nunca vuelve hacia arriba
http://www.youtube.com/watch?v=rpvpvZYkLQA

Viendo LLover

No para de llover en Barranquilla, agua mas agua, no me extraÑaria que algun dia nos cayeran del cielo perros y gatos, es que no para e llover, ha de ser culpa de este tan nombrado Felix que arrasa con el caribe, categoria 4 dicen...coletazo o no, vaya que esta haciendo achicar ( sacar agua de un lugar) la casa de los pobres de mi ciudad.
Mi casa esta en el norte, en una elevacion de tierra, en el barrio el Jardin, donde los arroyos se forman, y corren como rios caudalosos por cada calle, carrera, arrastran basuras, carros, animales y hasta gente, si es que hay algun humano que se le pierda la mente, terminara alli en boca del Magdalena, su cuerpo a los tres dias, soplao como vejiga de quinceaÑera.. y mordisqueao de sapos y bocachicos.
LLueve, no para de llover..segurito sera igual en Honduras, Mexico, el sur de Texas, la Florida y en todas esas islas del caribe...
sera que la tormenta se traga a Fidel?

Kathia

Mensaje en Una Botella:
te regalo un cuento de un grande, de un idolo...ay Macondo, si todos llevamos y vivimos nuestro Macondo...

Isabel viendo llover en Macondo de Gabriel García Márquez
El invierno se precipitó un domingo a la salida de misa. La noche del sábado había sido sofocante. Pero aún en la mañana del domingo no se pensaba que pudiera llover. Después de misa, antes de que las mujeres tuviéramos tiempo de encontrar un broche de las sombrillas, sopló un viento espeso y oscuro que barrió en una amplia vuelta redonda el polvo y la dura yesca de mayo. Alguien dijo junto a mí: "Es viento de agua". Y yo lo sabía desde antes. Desde cuando salimos al atrio y me sentí estremecida por la viscosa sensación en el vientre. Los hombres corrieron hacia las casas vecinas con una mano en el sombrero y un pañuelo en la otra, protegiéndose del viento y la polvareda. Entonces llovió. Y el cielo fue una sustancia gelatinosa y gris que aleteó a una cuarta de nuestras cabezas. Durante el resto de la mañana mi madrastra y yo estuvimos sentadas junto al pasamano, alegre de que la lluvia revitalizara el romero y el nardo sedientos en las macetas después de siete meses de verano intenso, de polvo abrasante. Al mediodía cesó la reverberación de la tierra y un olor a suelo removido, a despierta y renovada vegetación, se confundió con el fresco y saludable olor de la lluvia con el romero. Mi padre dijo a la hora de almuerzo: "Cuando llueve en mayo es señal de que habrá buenas aguas". Sonriente, atravesada por el hilo luminoso de la nueva estación, mi madrastra me dijo: "Eso lo oíste en el sermón". Y mi padre sonrió. Y almorzó con buen apetito y hasta tuvo una entretenida digestión junto al pasamano, silencioso, con los ojos cerrados pero sin dormir, como para creer que soñaba despierto.
Llovió durante toda la tarde en un solo tono. En la intensidad uniforme y apacible se oía caer el agua como cuando se viaja toda la tarde en un tren. Pero sin que lo advirtiéramos, la lluvia estaba penetrando demasiado hondo en nuestros sentidos. En la madrugada del lunes, cuando cerramos la puerta para evitar el vientecillo cortante y helado que soplaba del patio, nuestros sentidos habían sido colmados por la lluvia. Y en la mañana del lunes los había rebasado. Mi madrastra y yo volvimos a contemplar el jardín. La tierra áspera y parda de mayo se había convertido durante la noche en una substancia oscura y pastosa, parecida al jabón ordinario. Un chorro de agua comenzaba a correr por entre las macetas. "Creo que en toda la noche han tenido agua de sobra", dijo mi madrastra. Y yo noté que había dejado de sonreír y que su regocijo del día anterior se había transformado en una seriedad laxa y tediosa. "Creo que sí —dije—. Será mejor que los guajiros las pongan en e corredor mientras escampa". Y así lo hicieron, mientras la lluvia crecía como árbol inmenso sobre los árboles. Mi padre ocupó el mismo sitio en que estuvo la tarde del domingo, pero no habló de la lluvia. Dijo: "Debe ser que anoche dormí mal, porque me he amanecido doliendo el espinazo". Y estuvo allí, sentado contra el pasamano, con los pies en una silla y la cabeza vuelta hacia el jardín vacío. Solo al atardecer, después que se negó a almorzar dijo: "Es como si no fuera a escampar nunca". Y yo me acordé de los meses de calor. Me acordé de agosto, de esas siestas largas y pasmadas en que nos echábamos a morir bajo el peso de la hora, con la ropa pegada al cuerpo por el sudor, oyendo afuera el zumbido insistente y sordo de la hora sin transcurso. Vi las paredes lavadas, las junturas de la madera ensanchadas por el agua. Vi el jardincillo, vacío por primera vez, y el jazminero contra el muro, fiel al recuerdo de mi madre. Vi a mi padre sentado en el mecedor, recostadas en una almohada las vértebras doloridas, y los ojos tristes, perdidos en el laberinto de la lluvia. Me acordé de las noches de agosto, en cuyo silencio maravillado no se oye nada más que el ruido milenario que hace la Tierra girando en el eje oxidado y sin aceitar. Súbitamente me sentí sobrecogida por una agobiadora tristeza.
Llovió durante todo el lunes, como el domingo. Pero entonces parecía como si estuviera lloviendo de otro modo, porque algo distinto y amargo ocurría en mi corazón. Al atardecer dijo una voz junto a mi asiento: "Es aburridora esta lluvia". Sin que me volviera a mirar, reconocí la voz de Martín. Sabía que él estaba hablando en el asiento del lado, con la misma expresión fría y pasmada que no había variado ni siquiera después de esa sombría madrugada de diciembre en que empezó a ser mi esposo. Habían transcurrido cinco meses desde entonces. Ahora yo iba a tener un hijo. Y Martín estaba allí, a mi lado, diciendo que le aburría la lluvia. "Aburridora no —dije. Lo que me parece es demasiado triste es el jardín vacío y esos pobre árboles que no pueden quitarse del patio". Entonces me volvía mirarlo, y ya Martín no estaba allí. Era apenas una voz que me decía: "Por lo visto no piensa escampar nunca", y cuando miré hacia la voz, sólo encontré la silla vacía.
El martes amaneció una vaca en el jardín. Parecía un promontorio de arcilla en su inmovilidad dura y rebelde, hundidas las pezuñas en el barro y la cabeza doblegada. Durante la mañana los guajiros trataron de ahuyentarla con palos y ladrillos, Pero la vaca permaneció imperturbable en el jardín, dura, inviolables, todavía las pezuñas hundidas en el barro y la enorme cabeza humillada por la lluvia. Los guajiros la acostaron hasta cuando la paciente tolerancia de mi padre vino en defensa suya: "Déjenla tranquila —dijo—. Ella se irá como vino".
Al atardecer del martes el agua apretaba y dolía como una mortajada en el corazón. El fresco de la primera mañana empezó a convertirse en una humedad caliente; era una temperatura de escalofrío. Los pies sudaban dentro de los zapatos, No se sabía qué era más desagradable, si la piel al descubierto o el contacto con la ropa en la piel. En la casa había cesado toda actividad. Nos sentamos en el corredor, pero ya no contemplábamos la lluvia como el primer día. Ya no la sentíamos caer. Ya no veíamos sino el contorno de los árboles en la niebla, en un atardecer triste y desolado que dejaba en los labios el mismo sabor con que se despierta después de haber soñado con una persona desconocida. Yo sabía que era martes y me acordaba de las mellizas de San Jerónimo, de las niñas ciegas que todas las semanas vienen a la casa a decirnos canciones simples, entristecidas por el amargo y desamparado prodigio de sus voces. Por encima de la lluvia yo oía la cancioncilla de las mellizas ciega y las imaginaba en su casa, acuclilladas, aguardando a que cesara la lluvia para salir a cantar. Aquel día no llegarían las mellizas de San Jerónimo, pensaba yo, ni la pordiosera estaría en el corredor después de la siesta, pidiendo como todos los martes, la eterna ramita de toronjil.
Ese día perdimos el orden de las comidas. Mi madrastra sirvió a la hora de la siesta un plato de sopa simple y un pedazo de pan rancio. Pero en realidad no comíamos desde el atardecer del lunes y creo que desde entonces dejamos de pensar. Estábamos paralizados, narcotizados por la lluvia, entregados al derrumbamiento de la naturaleza en una actitud pacífica y resignada. Solo la vaca se movió en la tarde- De pronto, un profundo rumor sacudió sus entrañas y las pezuñas se hundieron en el barro con mayor fuerza. Luego permaneció inmóvil durante media hora, como si ya estuviera muerta, pero no pudiera caer porque se lo impedía la costumbre de estar viva, el hábito de estar en una misma posición bajo la lluvia, hasta cuando la costumbre fue más débil que el cuerpo. Entonces dobló las patas delanteras (levantadas todavía en un último esfuerzo agónico las ancas brillantes y oscuras), hundió el babeante hocico en el lodazal y se rindió por fin al peso de su propia materia en una silenciosa, gradual y digna ceremonia de total derrumbamiento. "Hasta ahí llegó", dijo alguien a mis espaldas. Y yo me volví a mirar y vi en el umbral a la pordiosera de los martes que venía a través de la tormenta a pedir la ramita de toronjil.
Tal vez el miércoles me habría acostumbrado a ese ambiente sobrecogedor si al llegar a la sala no hubiera encontrado la mesa recostada contra la pared, los muebles amontonados encima de ella, y del otro lado, en un parapeto improvisado durante la noche, los baúles y las cajas con los utensilios domésticos. El espectáculo me produjo una terrible sensación de vacío. Algo había sucedido durante la noche. La casa estaba en desorden; los guajiros, sin camisa y descalzos, con los pantalones enrollados hasta las rodillas, transportaban los muebles al comedor. En la expresión de los hombres, en la misma diligencia con que trabajaban se advertía la crueldad de la frustrada rebeldía, de la forzosa y humillante inferioridad bajo la lluvia. Yo me movía sin dirección, sin voluntad. Me sentía convertida en una pradera desolada, sembrada de algas y líquenes, de hongos viscosos y blandos, fecunda por la repugnante flora de la humedad y de las tinieblas. Yo estaba en la sala contemplando el desierto espectáculo de los mueble amontonados cuando oí la voz de mi madrastra en el cuarto advirtiéndome que podía contraer una pulmonía. Solo entonces caí en la cuenta de que el agua me daba en los tobillos, de que la casa estaba inundada, cubierto el piso por una gruesa superficie de agua viscosa y muerta.
Al mediodía del miércoles no había acabado de amanecer. Y antes de las tres de la tarde la noche había entrado de lleno, anticipada y enfermiza, con el mismo lento y monótono y despiadado ritmo de la lluvia en el patio. Fue un crepúsculo prematuro, suave y lúgubre, que creció en medio del silencio de los guajiros, que se acuclillaron en las sillas, contra las paredes, rendidos e impotentes ante el disturbio de la naturaleza. Entonces fue cuando empezaron a llegar noticias de la calle. Nadie las traía a la casa. Simplemente llegaba, precisas, individualizadas, como conducidas por el barro líquido que corría por las calles y arrastraba objetos domésticos, cosas y cosas, destrozos de una remota catástrofe, escombros y animales muertos. Hechos ocurridos el domingo, cuando todavía la lluvia era el anuncio de una estación providencial, tardaron dos días en conocerse en la casa. Y el miércoles llegaron las noticias, como empujadas por el propio dinamismo interior de la tormenta. Se supo entonces que la iglesia estaba inundada y se esperaba su derrumbamiento. Alguien que no tenía por qué saberlo, dijo esa noche: "El tren no puede pasar el puente desde el lunes. Parece que el río se llevó los rieles". Y se supo que una mujer enferma había desaparecido de su lecho y había sido encontrada esa tarde flotando en el patio.
Aterrorizada, poseída por el espanto y el diluvio, me senté en el mecedor con las piernas encogidas y los ojos fijos en la oscuridad húmeda y llena de turbios pensamientos. Mi madrastra apareció en el vano de la puerta, con la lámpara en alto y la cabeza erguida. Parecía un fantasma familiar ante el cual yo misma participaba de su condición sobrenatural. Vino hasta donde yo estaba. Aún mantenía la cabeza erguida y la lámpara en alto, y chapaleaba en el agua del corredor. "Ahora tenemos que rezar", dijo. Y yo vi su rostros seco y agrietado, como si acabara de abandonar una sepultura o como si estuviera fabricada en una substancia distinta de la humana. Estaba frente a mí, con el rosario en la mano, diciendo: "Ahora tenemos que rezar. El agua rompió las sepulturas y los pobrecitos muertos están flotando en el cementerio". Tal vez había dormido un poco esa noche cuando desperté sobresaltada por un olor agrio y penetrante como el de los cuerpos en descomposición. Sacudía con fuerza a Martín, que roncaba a mi lado. "¿No lo sientes?", le dije. Y él dijo "¿Qué?" Y yo dije: "El olor. Deben ser los muertos que están flotando por las calles". Yo me sentía aterrorizada por aquella idea, pero Martín se volteó contra la pared y dijo con la voz ronca y dormida: "Son cosas tuyas. Las mujeres embarazadas siempre están con imaginaciones".
Al amanecer del jueves cesaron los olores, se perdió el sentido de las distancias. La noción del tiempo, trastornada desde el día anterior, desapareció por completo. Entonces no hubo jueves. Lo que debía ser lo fue una cosa física y gelatinosa que había podido apartarse con las manos para asomarse al viernes. Allí no había hombres ni mujeres. Mi madrastra, mi padre, los guajiros eran cuerpos adiposos e improbables que se movían en el tremedal del invierno. Mi padre me dijo: "No se mueva de aquí hasta cuando no le diga lo qué se hace", y su voz era lejana e indirecta y no parecía percibirse con los oídos sino con el tacto, que era el único sentido que permanecía en actividad.
Pero mi padre no volvió: se extravió en el tiempo. Así que cuando llegó la noche llamé a mi madrastra para decirle que me acompañara al dormitorio. Tuve un sueño pacífico, sereno, que se prolongó a lo largo de toda la noche- Al día siguiente la atmósfera seguía igual, sin color, sin olor, sin temperatura. Tan pronto como desperté salté a un asiento y permanecí inmóvil, porque algo me indicaba que todavía una zona de mi consciencia no había despertado por completo. Entonces oí el pito del tren. El pito prolongado y triste del tren fugándose de la tormenta. "Debe haber escampado en alguna parte", pensé, y una voz a mis espaldas pareció responder a mi pensamiento: "Dónde...", dijo. "¿quién esta ahí?", dije yo, mirando. Y vi a mi madrastra con un brazo largo y escuálido extendido hacia la pared. "Soy yo", dijo Y yo le dije: "¿Los oyes?" Y ella dijo que sí, que tal vez habría escampado en los alrededores y habían reparado las líneas. Luego me entregó una bandeja con el desayuno humeante. Aquello olía a salsa de ajo y manteca hervida. Era un plato de sopa. Desconcertada le pregunté a mi madrastra por la hora. Y ella, calmadamente, con una voz que sabía a postrada resignación, dijo: "Deben ser las dos y media, más o menos. El tren no lleva retraso después de todo". Yo dije: "¡Las dos y media! ¡Cómo hice para dormir tanto!" Y ella dijo: "No has dormido mucho. A lo sumo serían las tres". Y yo, temblando, sintiendo resbalar el plato entre mis manos: "Las dos y media del viernes...", dije. Y ella, monstruosamente tranquila: "Las dos y media del jueves, hija. Todavía las dos y media del jueves".
No sé cuanto tiempo estuve hundida en aquel sonambulismo en que los sentidos perdieron su valor. Solo sé que después de muchas horas incontables oí una voz en la pieza vecina. Una voz que decía: "Ahora puedes rodar la cama para ese lado". Era una voz fatigada, pero no voz de enfermo, sino de convaleciente. Después oí el ruido de los ladrillos en el agua. Permanecí rígida antes de darme cuenta de que me encontraba en posición horizontal. Entonces sentí el vacío inmenso, Sentí el trepidante y violento silencio de la casa, la inmovilidad increíble que afectaba a todas las cosas. Y súbitamente sentí el corazón convertido en una piedra helada. "estoy muerta —pensé—. Dios. Estoy muerta". Di un salto de la cama. Grite: "¡Ada, Ada!" La voz desabrida de martín me respondió desde el otro lado: "No pueden oírte porque ya están fuera". Solo entonces me di cuenta de que había escampado y de que en torno a nosotros se extendía un silencio, una tranquilidad, una beatitud misteriosa y profunda, un estado perfecto que debía ser muy parecido a la muerte. Después se oyeron pisadas en el corredor. Se oyó una voz clara y completamente viva. Luego un vientecito fresco sacudió la hoja de la puerta, hizo crujir la cerradura, y un cuerpo sólido y momentáneo, como una fruta madura, cayó profundamente en la alberca del patio. Algo en el aire denunciaba la presencia de una persona invisible que sonreía en la oscuridad.
"Dios mío —pensé entonces, confundida por el trastorno del tiempo—. Ahora no me sorprendería de que me llamaran para asistir a la misa del domingo pasado".
Fin